Artículo y fotos por: Ana María Romero
Hace dos años tomé una decisión que cambió mi vida: viajar por Colombia descubriendo su música tradicional. En mi último semestre de universidad me enfrenté a la temida tesis y, junto con ella, a una crisis existencial. Ambos problemas fueron resueltos gracias a mi determinación por escudriñarme y descubrirme; comprender de manera atenta dónde estaba, de dónde procedía y qué historia había heredado. Tomé entonces la decisión de asistir a cuanto festival musical se cruzara por mi camino, lo que me generó una fuerte pasión por la música tradicional colombiana. Conocí la fuerza del joropo de la región llanera, el sonido del agua que produce la marimba del pacífico y las cuerdas de tiples y guitarras de la región andina. Pero la experiencia que más me marcó fue mi viaje hacia el atlántico colombiano, donde me enamore de su gente y de su música de tambores.
En mi búsqueda, viajé el 30 de enero del 2017 a Barranco de Loba, un pequeño municipio del departamento de Bolívar. Barranco es uno de los pueblos de la Depresión Momposina que comparte la tradición ancestral de los bailes cantados, más concretamente de la tambora. Un pueblo muy pobre y olvidado, afectado por la violencia y la corrupción política, una realidad a la que no estoy acostumbrada, pero que es quizás la más común en el país. A pesar de todas las dificultades que sus habitantes enfrentan diariamente, Barranco es un pueblo de gente alegre, de corazones buenos y generosos que, aunque no tengan mucho, te ofrecen todo. En las fiestas de la Virgen de la Candelaria, patrona del pueblo, tuve la oportunidad de conocer y compartir con los músicos de la agrupación Golpe Malibú. Fue el tesoro más grande que pude encontrar, pues empapándome de sus vivencias, sus historias, el golpe de sus tambores y los mensajes de sus canciones pude compenetrarme con su música y su estilo de vida.
Mi viaje por Colombia y su música






Este grupo me acogió sin prejuicios como si fuera mi familia; no importó de dónde viniera o mi estatus social. Sin recelo o envidia compartieron conmigo su saber ancestral musical y transformaron mi vida. Me enseñaron sus canciones y me incluyeron en sus cantos: la manera más real y contundente de aprender sobre su cultura. El 9 de junio de 2017 fui invitada por el mismo grupo a participar en el VIII Festival de Tamboras y Danzas folclóricas del Peñón, Bolívar. Esta fue una experiencia muy gratificante que me llevó a un significativo encuentro personal. No solo reconocí la belleza y riqueza de nuestras músicas tradicionales, entendí también que, sin importar la procedencia, el color de la piel o nuestras diferencias culturales, todos somos uno. Mientras haya respeto y, ante todo, amor por la música, las barreras desaparecen.
Viajar por Colombia me brindó las herramientas que necesitaba para conocerme y conocer la realidad de otros. Sólo de esa manera pude tener un mejor conocimiento de mí misma y así entender hacia dónde se dirige mi camino. Hay que respetar, admirar nuestras diferencias y, sobre todo, generar la conciencia de que no todo se encuentra afuera, pues si miramos lo nuestro encontraremos una gran riqueza.